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La epopeya de Cartier al éxito mundial

Cartier nació en 1847 de la mano de Louis François Cartier. De hecho, tomó las riendas del taller de joyería de su maestro. Su trabajo fue rápidamente notado por la princesa Mathilde, prima del emperador Napoleón III. Así, Cartier se benefició de la protección de la familia imperial desde el principio y recibió muchos pedidos prestigiosos. Más tarde, confió la gestión de su casa a su hijo Alfred, quien hizo prosperar la empresa hasta que se instaló en la prestigiosa rue de la Paix en París en 1899. Fue a principios del siglo XX cuando se desarrolló la actividad internacional de Cartier. Muy rápidamente, la boutique londinense llamó la atención de la familia real y Cartier se convirtió en el joyero de la corte en 1902. Cartier fue entonces conocido por todos y viajó por todo el mundo para encontrar nuevas fuentes de inspiración. Así, la empresa multiplicó las innovaciones en joyería y relojería. Además, una nueva vida llegó cuando Jeanne Toussaint, figura emblemática de la moda parisina, tomó las riendas de la empresa en colaboración con Louis Cartier. En medio de la emancipación de la mujer, se convirtió en directora de Haute Joaillerie en 1933. La segunda mitad de los años sesenta marcó la transición de Cartier a las manos de un industrial, Robert Hocq, que dirigió la marca con una mano maestra. La actividad se desarrolló considerablemente hasta que entró en el sector de la perfumería, apenas dos años después de la muerte de Robert Hocq, en 1981.

Las lujosas fragancias de Cartier

Convertido en un referente de la elegancia francesa, Cartier decidió embarcarse en la aventura de los perfumes. Todas las creaciones de Cartier, tanto en lo que se refiere a fragancias como a embalajes, se han realizado en la propia empresa. Del mismo modo, Cartier siempre ha tenido un perfumista exclusivo. Actualmente es la talentosa Mathilde Laurent. El primer jugo de Cartier se llamaba Must. Era un oriental verde que combinaba el poder del galbanum con la sensualidad del jazmín y la vainilla. Sin embargo, Cartier siempre ha velado por establecer un vínculo entre sus dos sectores de actividad. Así, muchas de las fragancias de la empresa rinden homenaje a las joyas emblemáticas de Cartier. Por ejemplo, el Panthère de 1987 se inspira directamente en una de las creaciones más famosas del joyero. Además, este perfume ha sido revisado y modernizado varias veces en los últimos años. Entre los grandes clásicos de Cartier, algunos de ellos son considerados como verdaderos bestsellers. Este es el caso de Déclaration, una nota de madera fresca y picante, Eau de Cartier, un primer zumo mezclado de Cartier o el más reciente Baiser Volé.

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